Guerra de letras
Las aerolíneas que podían compraban los nuevos modelos y las que no, apelaban para pequeños trucos
Con la gran cantidad de aviones de transportes que quedaron como sobras de la Segunda Guerra Mundial, que eran vendidos a precios bajísimos – un Douglas C-47 Skytrain (DC-3) podía ser comprado por US$ 500 –, surgió en todo el mundo una gran cantidad de aerolíneas, la mayor parte de ellas de vida tan efímera que en breve todos las habían olvidado.
La mayoría quebró, muchas fueron adquiridas por otras y pocas sobrevivieron, construyendo sus flotas con los ya mencionados DC-3, además de los C-54 Skymaster (DC-4), Curtiss C-46 Commando, Lockheed C-69 (L-079) Constellation, Consolidated PBY Catalina y otros. Eso popularizó bastante el transporte aéreo de pasajeros y carga, y consecuentemente los fabricantes empezaron a proyectar aviones cada vez más modernos, veloces y confortables.
Las aerolíneas que podían compraban los nuevos modelos y las que no, apelaban para pequeños trucos – que hoy llamaríamos de guerra de márketing – para hacer de cuenta que sus aviones eran mejores (o por lo menos iguales) que los de las competidoras.
Un ejemplo bastante conocido fue el de empresas que volaban con obsoletos Douglas DC-4 de la época de la guerra porque no podían comprar los modernos DC-6. Como la principal diferencia visual (además del largo, para lo
cual no había nada que hacer), era la forma de las ventanas, ovaladas en el DC-4 y cuadradas en el DC-6. Algunas aerolíneas decidieron pintar cuadrados negros alrededor de las ventanas ovaladas para que, por lo menos de lejos pareciesen DC-6.
Sin embargo, una de las más ingeniosas batallas, fue protagonizada en Brasil al final de la década de 1950, que llevó a ese país a ser el único usuario del Super I Constellation (que nunca existió). Todo comenzó en 1955, cuando Varig recibió los primeros tres Lockheed L-1049 Super G Constellation, sin tanques de punta de ala y “Super G” escrito en la parte inferior de los estabilizadores verticales.
En 1958, su archirrival Real empezó a recibir sus cuatro Super H que eran exactamente iguales a los Super G, excepto por tener tanques de punta de ala (ya estándar en los “G”) y una casi imperceptible puerta de carga, dentro de la cual estaba la puerta de embarque de pasajeros, pero para que estos pensasen que volarían en un avión más moderno (ya que la “H” viene después de la “G” pintó “Super H”, no solo en los estabilizadores verticales sino también en las laterales de los tanques y atrás de las ventanas laterales del cockpit.
Mientras tanto, Varig recibía los otros tres Super G que había ordenado y que ya venían equipados con tanques de punta de ala, entonces para que sus aviones no pareciesen apenas más viejos, sino más modernos que los “H” de Real, escribió en los tanques “Super Intercontinental Constellation”, con la “I” enorme de la palabra "Intercontinental" en rojo, contrastando con las otras dos palabras mucho más pequeñas en azul. Irónicamente, en 1961, cuando Varig compró la aerolínea Real, sus Super H, continuaron a ser Super I y mantuvieron las matrículas "Y" de Real.
Publicado em 9 de Noviembre de 2016 a las 14:22